martes, 15 de noviembre de 2011

La dieta de los Judiones con oreja de cerdo



Cuenta el doctor Pierre Dukan, en el arranque de su eximio método de adelgazamiento, que fue un suceso singularmente relacionado con la predestinación lo que le condujo a concentrar todas las partículas de su clarividencia en la lucha contra la obesidad. 


Dukan era tan solo un cándido médico de familia cuando la Providencia tuvo a bien obsequiarle con la visita de un paciente cuyos problemas de sobrepeso resultaban axiomáticos. Curiosamente, aquel mastodonte había acudido a la clínica con la intención de hacer acopio de sugerencias novedosas orientadas a reducir la prominencia de su abdomen. Cuando Pierre confesó al forastero no ser especialista en la materia, éste adujo, en defensa de su iniciativa, la necesidad de recabar, precisamente, informaciones que no procediesen de fuentes especializadas. Afirmó haber perdido a lo largo de su vida 300 kilos gracias a los nutricionistas... "Y, como puede usted observar -concluyó su exposición aquel tipo-, los he recuperado todos, los 300. Ahora deposito en sus manos mi destino. Dígame cómo perder peso, doctor. Eso sí, no me suprima la carne..."

El doctor, persuadido por lo que sin duda interpretó como una concluyente amenaza, hilvanó en aquel instante la esquemática réplica que a la postre daría un vuelco a su vida: "Durante cinco días no coma más que carne -dijo-. Tanta como quiera"

Una semana después, el grandullón se presentó de nuevo en aquel pequeño consultorio situado en el barrio de Montparnasse (París). Pesaba cinco kilos menos. Estaba muy contento. Y también Pierre Dukan se sintió eufórico... Había descubierto de manera casual la pólvora y, por añadidura, la manera de hacerse millonario.

Métodos de adelgazamiento innovadores

Yo no soy Dukan, ni siquiera me parezco a él. Confieso, incluso, que su librito me resulta ensordecedor, laberíntico y desconcertante. Sin embargo, la anécdota referida en líneas precedentes hizo posible que rescatase de la desolación a mi querido amigo Juanjo una sombría tarde de otoño.

Encontré a Juanjo sentado en un banco del parque, comiendo fresas, triturando con sus enormes botas de leñador las hojas de avellano que parecían acudir a sus pies en busca de un consuelo que mi amigo no podía proporcionarles. Me acerqué a él... Antes de que pudiera interesarme verbalmente por los motivos de su manifiesta aflicción, Juanjo me comentó con entonación melancólica que el médico "le había puesto a dieta". Toda vez que yo había estado leyendo recientemente el ladrillo de Dukan, de inmediato encontré la forma de socorrer a mi voluminoso amigo...

-Dime una cosa, Juanjo. ¿Cuál es tu comida favorita?
-Los judiones de la granja de San Ildefonso con oreja de cerdo.
-Estupendo. Pues lo que tienes que hacer es comer solamente judiones durante cinco días. Desayuno, almuerzo, comida, merienda y cena. Sólo judiones. A todas horas... Lo he leído en un libro famoso.

Me miró con desconfianza. Introdujo dos fresas descomunales en su boca y las masticó sin apartar la mirada de mis ojos. Medio minuto después habló en actitud sintética...

-Aun suponiendo que sea verdad lo que dices, primero tendrás que enseñarme a cocinar esa jodida delicia.
-Claro...

Cómo preparar los Judiones con oreja, paso a paso 



Paso nº 1: Pon los judiones en remojo la noche anterior. A la mañana siguiente comprobarás que se han hinchado y parecen riñones de ardilla. Eso es bueno. Significa que están listos para ser cocinados.

Paso nº 2: Escurre esas judías monstruosas y deposítalas en una cacerola, cubriéndolas con agua fría. Enciende el fuego y espera a que el agua empiece a hervir. 

Paso nº 3: Cuando se desate la ebullición, debes cortarla. Añadir un vasito de agua tibia servirá para tal fin. Esto, al parecer, facilita que las judías se pongan tiernas en menor tiempo y sin perder consistencia. ¿Qué pasaría de obviar este paso? No tengo ni la más remota idea, nunca me lo salté.

Paso nº 4: En el momento en que el agua vuelva a hervir meterás en la olla la oreja del puerco partida en tres trozos grandes, una hoja de laurel y los elementos que hayas seleccionado para completar la enjundia del plato, todos ellos hipercalóricos, siempre que sea posible: chorizo, panceta, punta de jamón... Aquello que te resulte atractivo después de haber revisado un inventario de productos contraindicados para quienes tienen dificultades en lo concerniente a mantener índices razonables del colesterol de baja densidad. Tapas la cacerola y dejas que el elixir hierva durante tres horas, a fuego muy lento.

Paso nº 5: Transcurrido el tiempo indicado, apagarás el fogón. Retirarás de la cazuela los elementos cárnicos y los trocearás formando trapezoedros irregulares. 

Paso nº 6: En un mortero machacarás tres dientes de ajo con sal, perejil y cinco de los judiones ya cocidos, configurando una especie de "humus" montaraz y compacto.

Paso nº 7: Pica una cebolla mediana y rehógala en una sartén con un poquito de aceite. Cuando esté blandita, añade una cucharada de harina y un poquito de pimentón picante. Deja que se cocine la mezcla durante unos segundos y retírala del fuego antes de que se achicharren los ingredientes.

Paso nº 8: Vierte en el interior de la cazuela la crema que obtuviste en el mortero, el guisito de cebolla y las carnes troceadas. Ya sólo queda cocer muy delicadamente el conjunto durante diez minutos, comprobando el punto de sal. 

A comer.


Efectos de la dieta de los judiones

Cinco días más tarde visité a Juanjo. Estaba engullendo un yogur de fresa en la habitación 242 del Hospital Infanta Cristina, donde había sido ingresado después de haber sufrido una crisis hepática y lesiones de pronóstico reservado relacionadas con la proctología. No obstante, me recibió con alborozo y manifestó gratitud en términos claramente laudatorios... En efecto, había perdido cinco kilos, aunque no del modo que hubiera sido deseable, claro; pero la verdadera y esencial causa de su júbilo residía en el hecho de haber descubierto cómo transformar unas humildes alubias en un plato sencillamente majestuoso. 


Fotografías: Javier Lastras, SoftMedia & Tamorlan

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