jueves, 19 de abril de 2012

Pollo a la Bielorrusa y otros pollos famosos



Secciones de viento y cuerda trazan contrapuntos majestuosos mientras una bandera se despliega, roja y verde, en la fría y vaporosa mañana de Minsk. Suena el himno solemne de Bielorrusia, la Cuba de Europa, patria de católicos, judíos, agnósticos y ortodoxos; tierra donde cohabitan pantanos, humedales y bosques de haya blanca; guarida de quienes fueron sometidos a los más cruentos latigazos de las hordas hitlerianas y al hálito invisible emanado desde Chernóbil. Un lugar básicamente conocido a día de hoy por dar apellido a una de las recetas más emblemáticas que la gastronomía ha concebido en las últimas décadas, el famoso Pollo a la Bielorrusa.


Pollo a la bielorrusa y otros bielorrusos famosos 

Bielorrusia fue cuna de personajes notablemente reverenciados a lo largo de la Historia: Isaac Asimov, Irving Berlin, Menachen Begin... Sin embargo, las habilidades lingüísticas del cocinero televisivo Karlos Arguiñano han hecho posible que, en la actualidad, el más afamado representante de la cultura y mitología bielorrusa sea un pollo; o, para ser precisos, una original forma de asar pollos. 

Sin ánimo de restar protagonismo a la bella “Rusia Blanca”, debemos aclarar que las más concienzudas indagaciones sitúan en Monterrey (México) el auténtico origen de este genial plato consistente en cocinar un pollo sentadito en la rejilla o bandeja de nuestro horno con un envase de cristal lleno de fluidos embriagadores en su interior...; en concreto, una botella previamente encajada en las entrañas del pajarillo a través de un orificio que pocos días antes fue tan solo el lugar donde la espalda del pollo perdía su nombre.

No en vano esta preparación es también conocida (y séanos perdonada la zafiedad) como "Pollo violado" o "Pollo sodomita"

Preparación del pollo asado 

Siendo en realidad el nombre de un artefacto bastante complejo, acostumbramos a llamar “asador de pollos” a la persona que se dedica profesionalmente a tal actividad, e incluso a los establecimientos donde adquirimos tan suculenta mercancía... Comercios de atmósfera sofocante en los cuales de modo habitual presenciamos una ceremonia deliciosamente rústica: un arsenal de pollos ensartados en sables de la Lutwaffe, apelotonados, dan vueltas y más vueltas, segregando su bello jugo color miel, exhalando un perfume acaramelado mientras sus pieles van curtiéndose con sosiego hechizante. 

No todo el mundo tiene una institución de estas características a la vuelta de la esquina. Consolémonos admitiendo que comprar un pollo crudo en una pollería y asarlo en nuestra propia casa resulta más económico y tal vez más seguro. Bastará con seguir un par de instrucciones básicas para obtener un resultado excelente. 

Cómo asar un pollo


Una vez lavado el pollo, el primer pasó consistirá, invariablemente, en salpimentar y engrasar el exterior del animal para que la piel quede tostadita y crujiente. Asimismo, es aconsejable practicar unas pequeñas incisiones que permitan a los jugos penetrar en la carne, así como separar con delicadeza la piel de la pechuga y bañar esa carne potencialmente inexpresiva con un majado de hierbas frescas, vino blanco y zumo de limón. 

Con respecto al tiempo que el pollo debe permanecer en el interior del horno (a 190 ºC), la experiencia confirma que será suficiente con una hora por cada kilo de peso del animal. Exacto: si el pollo pesa kilo y medio deberá estar una hora y media cocinándose; si dos kilos dos horas, y así sucesivamente. Debemos tener en cuenta que si nuestro pollo supera los cinco kilos de peso seguramente no cabrá en el horno; además, este tipo de ejemplares requieren por regla general tiempos de asado distintos y todo el protocolo relacionado con el tueste y degustación de una cría de avestruz.

Pollo a la bielorrusa 

Aunque a primera vista parezca una manera humillante de poner fin a la existencia de un animalito indefenso, debemos recordar que el pollo fue decapitado y destripado días antes, comprender que no vamos a ocasionarle sufrimientos adicionales. En cualquier caso, si observamos que nuestro pollo intenta huir, seamos conscientes de que tal vez hayamos topado con un descendiente directo del célebre Pollo Mike, mítico ejemplar del cual se hará referencia pormenorizada en esta misma crónica. 

Lavaremos con esmero una botellita de cristal cuya estatura se ajuste a las dimensiones del pollo. Hecho esto, volveremos a llenar dicha botella con algún líquido estimulante (cerveza, coñac, vino blanco) al cual habremos añadido previamente una mezcla de especias, aquellas que sean de nuestro agrado. Colocaremos la botella en el centro de una bandeja de horno y ensartaremos el pollo. Por último, introduciremos en la boca de la botella unas ramitas de hierbas aromáticas variadas. Listo para hornear. 

El contenido de la botella emergerá como consecuencia del calor extremo y bañará nuestro asado como lo haría una corriente de lava perfumada. No tengamos miedo, la botella no estallará. Si por razones extraordinariamente intrigantes tuviese lugar tal catástrofe, estaremos autorizados a presumir de haber creado una receta que bien podría llamarse Pollo Molotov, eso sí, exclusivamente indicada para faquires muy experimentados. 

Un pollo sin cabeza llamado Mike 

Y cómo no recordar a Mike... 

Todavía no le llamaban Mike cuando decidieron comérselo. No tenía nombre, era un pollo más en la granja que en nada destacaba del resto. 

Lloyd Olsen (Fruita, Colorado) tenía que sacrificar a una de sus aves para la cena. Tamaña torpeza exhibió el granjero cuando soltó el hachazo sobre el cuello del animal que, una vez decapitado, el pollito volvió tranquilo, caminando, a reunirse con sus familiares..., tratando de piar, el pobre, escondiendo con pudor bajo el ala su seccionado esófago. 

Alimentado de un modo que omitiremos por ser este un espacio donde quisiéramos hacer prevalecer el buen gusto, Mike sobrevivió dieciocho meses, exhibido como atracción circense por quien lo había mutilado, hasta que un día de marzo murió debido a un atragantamiento. Desde entonces, en pleno centro de Fruita, una estatua reconoce “El coraje y las ganas de luchar de Mike”, aquel pollo que hizo palmaria su nula disposición a ser sodomizado. 




El sentido común recomienda no relatar esta tierna historia en tanto no haya dado comienzo la sobremesa.

Fotografías: Paul J. Daunhauer, Tomas Castelazo & Evan Swigart

2 comentarios:

María Sánchez dijo...

Tu obsesión con Micke empieza a preocuparme, querido Antoine, sin embargo, el pollo descabezado y ungido con licores y hierbas tiene una pinta fabulosa, se llame con se llame.
Me has convencido: Probaré a hacerlo en casa. Pero resuélveme una duda: ¿A qué temperatura deberá estar el horno?
Un beso

Antonio del Olmo dijo...

Hola, María. Claro que debes probar a hacerlo, es fácil y divertidísimo. La temperatura del horno, unos 190 grados, como harías para asar un pollo con el método tradicional.

Besos.