lunes, 24 de octubre de 2011

El día que nació la Fideuá


"Zabalo" era el cocinero de un barco de pesca cuyas rutas diseminaron durante décadas rúbricas efervescentes y alabeadas sobre las aguas del mar Mediterráneo. Nacido y criado en Gandía, provincia de Valencia, nuestro héroe de hoy era famoso por la espectacularidad de sus paellas, para muchos las más suculentas que hayan sido elaboradas.


El patrón de aquel barquito en el que Zabalo cocinaba jamás tuvo reparos a la hora de refrendar lo anteriormente expuesto, aunque haciendo uso en todo instante de la silenciosa gallardía propia de su almirantazgo. 

Parco en palabras, dos eran las habituales ocupaciones del capitán: una, pasarse horas enteras contemplando un enorme lienzo en blanco que a duras penas permanecía erguido a lomos de un descomunal caballete de madera de haya; la otra, confeccionar con aire solemne su Cuaderno de bitácora, un manuscrito de caligrafía cóncava y lenguaje turbio; un catálogo monumental de resbalones ortográficos en el cual, ciertos días, toda la información precisa quedaba condensada en un escueto apunte: "Hoy, Paella de Zabalo: avante media".

Nacimiento de la Fideuá

Esos días la tripulación pasaba hambre... Pues si bien el capitán del barco era un hombre bueno y generoso, a la hora de comer paella parecía sumirse en una suerte de elevación mística que le conducía a cavilar acerca del conflicto existente entre unos modos de vida imaginativos y otros esclavizados por la norma. Repartir la paella se le antojaba en aquellos momentos una miserable ostentación de magnificencia solamente dirigida a obtener los plácemes interesados de una tripulación glotona y codiciosa. Eso no era creativo. Por el contrario, comerse toda la paella representaba la Libertad, la lucha contra dogmas que no eran sino entelequias injertadas en su pensamiento.


Pero Zabalo no lo veía de aquel modo. Sus compañeros solían hacerle responsable de los recurrentes días de ayuno, y eran en su gran mayoría hombres inclinados a mostrar explícita hostilidad cuando se sentían injustamente sometidos a hambrunas y otras abstinencias. De manera que nuestro querido cocinero se vio obligado a tomar una determinación.

No obstante, para llevar a buen puerto su plan necesitaba la ayuda del lugarteniente del patrón, un hombre llamado "Huelosuelo Davis".

La conspiración de Zabalo y Huelosuelo

Huelosuelo Davis era un aventurero cubano a quien su padre había tratado de convertir en boxeador profesional muchos años atrás. Sólo en una ocasión había llegado a encerrarse en un cuadrilátero con otra persona, y en tal fecha fue acuñado el sobrenombre por el que aún hoy se le conoce, debido básicamente a los alaridos que emitió Davis mientras intentaba escapar inútilmente de los poderosos ganchos de su rival: ¡Huelo suelo, huelo suelo!

Aquel innoble comportamiento le hizo ser expulsado de su casa y de su país. Pero nuestro amigo Davis siempre supo que podría ganarse la vida en cualquier parte, gracias a su extraordinario sentido de la orientación. La mar era su destino.


Lo cierto es que, como hemos anticipado, aun siendo una auténtica brújula humana, Huelosuelo Davis era un hombre poco amigo de los enfrentamientos. Por tal motivo, como era de esperar, no acogió con especial agrado la proposición del cocinero:

-Te acercarás al patrón -dijo Zabalo- y le comentarás que los sacos de arroz han sido invadidos por once géneros de nematodos fitoparásitos.
-¿Qué?
-Gorgojos. Bichos repugnantes. Hazlo, amigo. Dile que hoy sustituiremos el arroz por fideos gordos.
-No puedo hacer eso, Zabalo. Huelo suelo...
-Sólo tú puedes hacerlo, chico. Eres el único a quien no tirará por la borda... Ese cabrón sabe que sin tu pericia y aplomo acabaríamos naufragando en algún lugar próximo al estrecho de los Dardanelos. No te acojones, en seguida acudiré al rescate; en cuanto escuche los bramidos de ese animal apareceré allí con la cazuela llena de fideos. Eso le calmará, tenlo por seguro. A él y al resto de la tripulación. Hoy comeremos todos...

La primera Fideuá

Años más tarde, preguntado acerca de las consecuencias de su osadía, Zabalo  afirmó que el éxito de aquella primera fideuá suya fue tan solo parcial. Lo cual, teniendo en cuenta que este plato se ha convertido en uno de los emblemas de la gastronomía gandiense, nos induce a sospechar que aquella tarde, una vez más, los pescadores se quedaron sin comer.

Diremos, para dar por finalizado este reportaje, que Huelosuelo Davis continuó explorando mares y océanos; y que a su astucia debemos la existencia de una exótica y sorprendente receta que será objeto de nuestro análisis en el próximo capítulo: la Fideuá Davis


Fotografías: Antonio del Olmo & JLastras

4 comentarios:

María Sánchez dijo...

Exquisitos. Texto y fideuá. No me canso de leerlo, Sr. Del Olmo.

Cariñosos saludos

Antonio del Olmo dijo...

Muchas gracias, María. La fideuá merece reconocimiento, ¿verdad? Siempre eclipsada por la paella...

Abracitos.

Lola Romero Gil dijo...

La fideuá, con fideo fino (cabello de ángel) y "all i oli"...¡todo un descubrimiento!...Por cierto, al ajo se le quita el "corazón" y ni huele el aliento ni ná...Consejo de ama de casa avezada,pa quien lo quiera.De nada.
Saludos, Del Olmito ;)

Antonio del Olmo dijo...

Con un poquito de alioli, la fideuá resulta absolutamente celestial, como tú explicas, Lady Atlántida 09. Con respecto al famoso "germen" de los ajos, yo siempre se lo quito. Muchos dicen que no hace falta hacerlo, pero no cuesta nada y se queda uno más tranquilo, ¿verdad?