lunes, 31 de octubre de 2011

"Fideuá Davis" y soliloquios accidentales





En el capítulo anterior estuvimos analizando las circunstancias que hicieron posible el advenimiento de la insigne Fideuá. Prometí entonces, si no me falla la memoria, dar a conocer una derivación de este plato, una genialidad cuya existencia debemos agradecer al talento de un hombre entrañable y cobarde a partes iguales: el segundo de a bordo en el barquito del capitán Radomir... Un personaje a quien todos conocían como Huelosuelo Davis.

Compartiré con todos vosotros la receta de nuestro amigo Huelosuelo y os contaré de qué manera extraña llegó tan ilustre documento a mis manos.

En la cabaña elástica del capitán Radomir     

-Huelosuelo Davis jamás quiso regresar a su patria; afirmaba no haber sepultado allí ninguno de sus órganos. Muy chistoso, ¿no cree? Era un idiota, mi ridículo lugarteniente Huelosuelo, sí. Entendía la vida como una especie de inherencia entre su cuerpo y todo aquello que lo rodeaba. De todas formas, reconozco que sentí su muerte.

Estas palabras del capitán Radomir dieron por finalizada una larga búsqueda y propiciaron el despertar en mi pensamiento de esa pregunta que todo explorador se ve forzado a hacerse con frecuencia a lo largo de su vida:  "¿Qué coño pinto yo aquí?" 

Eso me preguntaba pocos segundos después de haber invadido el cobertizo flexible del capitán. Acababa de ser informado de que llevaba años rastreando inútilmente las huellas de Huelosuelo Davis, ajeno al hecho de que mi héroe ya olisqueaba en paz llanuras abisales.

La recompensa

El capitán estaba propinando estacazos con un bate de cricket a una cosa rara y repugnante que colgaba de un perchero, algo que parecía una comadreja muerta.

-Son colas de marta kolinsky -dijo como respuesta a la insistencia de mis miradas-. Sé lo que está pensando usted. Pues no, amigo. No mantengo relaciones con ninguna acróbata rusa... La marta Kolinsky es un mustélido siberiano cuya piel se emplea para fabricar pinceles. Ahora intento desparasitarlas. Vi hacerlo en Estambul, en el año setenta y dos. Primero hay que atropellar a los animalitos, a ser posible accidentalmente, y luego proceder al escodado; es decir: arrancarles la cola de un tirón. Finalmente se cuelgan las colas en un sitio fresco donde no haya búhos... Se las llevan, los muy cabronazos, y nadie sabe aún para qué lo hacen... Me da la sensación de que no le interesa mucho a usted lo que le estoy contando... Y, sinceramente, debo confesarle que tampoco a mí me hace sentir cómodo su presencia en mi casa. No se ofenda, nadie es bienvenido aquí.

-En realidad -dije-, yo sólo quería encontrar a Huelosuelo. Concretamente, deseaba conocer una receta a la que puso nombre. La "Fideuá Davis".

-Ah, espléndido -murmuró el capitán con escaso entusiasmo-. Haberlo dicho antes... Si sólo es eso...

Apoyó la amenazadora estaca en una de las paredes blandas y se dirigió al único elemento realmente sólido de su cueva, un bureau George III sobre el cual reposaba una vieja lámpara de tulipa acampanada. Abrió el cajón superior, inspeccionó durante algunos segundos y sacó finalmente del compartimento un papel arrugado que me entregó sin mirarme a los ojos: por fin, la receta.


Receta de Fideuá Davis


1) Sancochar fideos huecos en abundante agua salada: 125 gramos por persona.

2) Escurrir y refrescar los fideos cuando estén “al dente”. Reservarlos en el interior de un cuenco, tapaditos, ligeramente humedecidos con unas gotas de salsa de soja.

3) Elaborar un picadillo con las verduras que tengamos a mano. Aconsejo que los vegetales sean de colores llamativos: pimientos rojos, amarillos y verdes; zanahoria; espárragos trigueros; ajos tiernos...

4) Saltear las verduritas en una sartén con un poco de aceite de oliva. Estarán hechas en cuanto dejen de estar crudas.

5) Añadir diez o doce champiñones frescos laminados, media lata de chícharos (guisantes) cocidos y otro tanto de granos de elote (maíz). Cuando las setas adquieran color tostadito, verter sobre la preparación los fideos y rehogar cuidadosamente. Probar el punto de sal. Si consideramos que la preparación resulta algo insípida, regaremos con otro chorrito de salsa de soja. Listo para comer.

6) Nota: esta “Fideuá Davis” queda mucho más sabrosa si empleamos níscalos en lugar de champiñones, pero no siempre resulta posible hacerlo.


Más recetas de Huelosuelo

-Qué fácil -comenté-, y qué bien explicada... ¿Tiene más recetas en ese cajón, capitán?

-Sí, hay muchísimas. Puede llevárselas todas, si quiere. Pero no piense que son creaciones de aquel cubanito; lo único que él hizo fue coleccionarlas. Ese Davis no sabía hacer nada de nada.Ya le digo: no era mal tipo, pero sí un auténtico inútil cuando las situaciones no tenían que ver con su habilidad para orientarse emitiendo graznidos... Ahora se me aparece en sueños, ¿qué le parece? Se me aparece en sueños y me pide que haga cosas absurdas.

El capitán Radomir puso en mis manos con toscos modales un montón de papeles doblados irregularmente, revelando el profundo desapego que profesaba a dicha mercancía.

-Ya no le hago ni caso -continuó-. Pero al principio... Joder, me tenía totalmente acojonado. Pensaba que intentaba vengarse. Claro, como no le lancé el maldito salvavidas... ¿Cómo iba yo a saber que navegábamos sobre un banco de atunes voraces? Qué gran pesca la de aquel día, por cierto...

Adiós, capitán Radomir

Me marché sin apenas agradecer a ese perturbado su magnífico obsequio. Y allí deje al pobre viejo, sumido en su desventurado soliloquio, siendo consciente de que quienes en su día me habían asegurado que el capitán Radomir era un hombre "parco en palabras" no sabían de quién demonios estaban hablando...

-Estuve por su maldita culpa conviviendo algunos meses con una pareja de enanos muy promiscuos, simplemente porque Huelosuelo me lo ordenó en sueños... Todavía recuerdo los alaridos de placer que emitían aquellos dos condenados amorfos cuando les daba por escenificar de manera minuciosa todo el jodido Kamasutra liliputiense...



Fotografías: Antonio del Olmo, Djanga & Arrels


2 comentarios:

María Sánchez dijo...

Querido Antonio: Como siempre, me han cautivado tu relato y tu receta, sin embargo, hay algo que me intriga: El uso del verbo "sancochar", ¿es un homenaje a mi tierra y mi pueblo? Lo digo porque jamás había visto que lo utilizase alguien que no fuese canario.

Un abrazo

Antonio del Olmo dijo...

Gracias, María. Estaba seguro de que te llamaría la atención el detalle. Me encanta esa palabra, "sancochar", que efectivamente he escuchado utilizar a cocineros canarios. Además, venía muy a cuento, pues creo que también se utiliza en Cuba.